miércoles, 2 de septiembre de 2015

53) LA ONCE, DESDE OTRA PERSPECTIVA

 ¿ Has comprado alguna vez un cupón de los ciegos (así lo han lllamado desde que éramos unos micos) al vendedor que aguarda tu paso, frente a la puerta de un hospital, tú lugar de trabajo, estación de autobuses, de tren, aeropuerto, del centro comercial de referencia para tu familia, e incluso al discapacitado físico que te aguarda bajo el reloj de la Plaza mayor de tu localidad de residencia o vacacional...? Si lo has comprado, enhorabuena; pero si al pasar al lado de cualquier puesto de venta de esos cupones te has hecho "el longui" no te preocupes, porque eres de los míos.
 Debo reconocer que, de cuando en vez, que no es lo mismo, que de vez en cuando; yo sí he comprado algún boleto a estas personas, quienes tras unas gafas de Sol que camuflan  sus ojos mancillados por gajes de nacimiento, si no del destino fatal, en forma de accidente laboral, que les han imposibilitado reincorporarse a su oficio de toda la vida, obligándolos a tener que acudir al amparo de la Organización Nacional de Ciegos Españoles.
 Desde que la vida a uno le va espabilando, le va abriendo sus formas y maneras de observarla, ya sea desde la barrera de protección o desde el mismo centro del ruedo existencial. Y si no te das por aludido, no te preocupes, que por el camino te encuentras a personas como  Valentín y Pedro, dos trabajadores que vieron truncadas sus apasionantes vidas laborales, según definen ellos, como activas al ciento por cien, antes de que el destino les obligase a variar su perspectiva vital por ser víctimas de un accidente laboral, del que no estamos libres ninguno de nosotros.


 Pedro, a sus 55 años añora su antigua profesión, como instalador de carpintería industrial. Aquel trabajo le reportaba actividad frenética en plena burbuja inmobiliaria. Se le notaba que echaba de menos sus herramientas de trabajo de herrero moderno. Su carácter tranquilo aportan a su interlocutor un sosiego que bien le vinieron para conciliar el sueño, tras disfrutar de un parlao al fresco, junto a su garita, donde desarrolla  las funciones de conserjería. Tras apuntar las matrículas de los vehículo estacionados y dar la ronda de comprobación oportuna, me concedió un poquito de su tiempo nocturno, para iniciar una bonita conversación, que bien me sirvió para darme cuenta que ese hombre irradiaba valores muy dignos de admirar. Fue un rato para enmarcar pues la tristeza por no haber llegado a mi casa, con su compañía bien que me hizo terminar el día con una sonrisa.
No me pasó por alto una pequeña lesión en uno de sus ojos, dando por hecho que al igual que Valentín, sus circunstancias actuales de trabajo dependen de un convenio que tiene la ONCE con ciertas empresas para dar la posibilidad de que personas que pueden desarrollar otras profesiones a las desarrolladas antes de sus respectivos accidentes, aún con sus limitaciones, puedan retornar a la vida laboral para volver a sentirse útiles para una vida, de la que se creían desamparados cuando se veían en la cama de un hospital o de un centro de rehabilitación intentando sanar de sus heridas.
 A Valentín lo conocí al atardecer, mientrde el Sol buscaba su ocaso por tierras portuguesas. Desde el primer momento congeniamos, dándome facilidades y ayudándome a realizar las maniobras para aparcar el camión para pasar  la noche bajo el techado metálico del que dispone cada una de las plazas de parking del Centro de Transportes Cacereño. Una vez que bajé de mi cabina, y tras realizar las oportunas gestiones que me autorizaban aparcar durante la noche, iniciamos una conversación que dejó su semilla en mi persona.Según me contó, trabajó en un almacén de piedras y granitos. Hasta que una pieza cortada de un bloque de granito le aplastó una de sus piernas desde la cintura, Valentín vivía feliz en su trabajo, disfrutando de todo lo que tenía que ver con el mundo de la piedra. Una vez completaba su semana laboral disfrutaba de la vida realizando todo tipo de actividades, destacando su pasión por la bicicleta Btt, práctica de la que se declaraba un empedernido.
 Pero el destino le llevó a la clínica de Fremap de Sevilla durante un año. Las perspectivas a su ingreso no eran muy halagüeñas, puesto que los médicos barajaron la posibilidad de cortar su pierna desde la misma ingle. La Providencia hizo que la sangre volviera a circular dando vida de nuevo a su extremidad agonizante, dando lugar a la esperanza. De pensar, en un principio, en volver a caminar con una prótesis, la ilusión por reintegrarse de nuevo a su vida le hizo superar una auténtica odisea de ejercicios de fisioterapia en la Mutua. Allí conoció a distintos personajes de la farándula, entre los que destaca a Juan Y Medio, quien se recuperaba de una caída hípica; y a Francisco Rivera "Paquirri" quien intentaba recuperar si forma física después de una grave cogida. De ambos destaca su cercanía y campechanía.
 Después de aquella batalla contra el desánimo, que bien ganó, hoy vive paseando su sonrisa picarona de un joven extremeño de 39 años por el parking cacereño.
 Su recuperación no fue nada fácil, pero bien mereció la pena para recompensar a su pareja de adolescentes retoños, quienes junto a su madre bien supieron anteponer la prioridad de ayudar a su padre convalenciente, no dando guerra en casa mientras su madre se desplazaba a la Capital andaluza para ser el mejor apoyo del cabeza de familia.
 Hoy los tres disfrutan de un padre, quien a pesar de sus limitaciones y dolores que le impiden volver a disfrutar de su pasión por el pedaleo, pero no es un handicap para no promulgar una simpatía  y bondad que bien arrulla.
 Ayer no pude llegar a mi hogar para recargar las reservas del cariño, pero quien me iba a decir a mí que Valentín  y Pedro, me hicieron sentir con su atención como si estuviera en mi propia casa.
 Antes de partir esta mañana, Valentín me recordaba:
  - " Si ves a un vendedor de  la ONCE, no pases de largo, cómprale un décimo, que bien has podido conocer que su importe aporta solidarios frutos en las personas discapacitadas, sea por nacimiento o por accidente, aunque no resulte premiado..".

Nota: Gracias a Valentín y a Pedro, por la atención personificada a cada camionero que tiene  el privilegio de poder aparcar en el Centro de Transportes de Cáceres, porque les/ nos tratáis de maravilla...
¡Un placer y un orgullo por haberos conocido...!

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