163) EL AMANECER NOSTÁLGICO
Para quienes lleven media vida fuera del hogar y del entorno rural en el que crecieron, estoy seguro que ante ciertas escenas contempladas en la actualidad, su memoria le retrotraerá a tiempos pasados. Quizás a aquellos años de su infancia en la que vuelva a verse por las calles de su pueblo libres de asfalto, donde sus rodillas, cuando no los codos, sin olvidar las palmas de sus manos, eran mancilladas después de un tropiezo o caída al correr o ser descabalgado de su bicicleta por coger un bache de aquellos, que nos convidaban a implorar al Altísimo ante la hostia que sabíamos que nos íbamos a dar.
Tiempos difíciles de repetir, porque ya muy pocos núcleos rurales disponen de alguna calle libre de esa capa de alquitrán o cemento, que tanto impiden a los niños practicar ciertos juegos albergados en la memoria de sus mayores, y practicados sobre la arena o tierra en tiempo seco, o en el lodazal que prodigaban las broncas de sus madres o abuelas al verles ver llegar a casa "como un Santo Cristo".
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DORITA, EN PLENAS FAENAS HOGAREÑAS AL AMANECER DE UN NUEVO DÍA. |
En aquellos años las mercerías eran negocios rentables, ya que las gladiadoras del hogar debían acudir en pos de rodilleras, hilo y aguja para remendar las rodilleras y culeras de nuestros pantalones; sin olvidar, las coderas de nuestros jerseys que habían sido, en su mayoría, manufacturados por sus abnegadas manos en largas tardes de sobremesa.
Recuerdos que han resurgido gracias a Dorita(de Adoración). Nombre por el que responde esta Señora soriana, que no ha puesto impedento a que le tomara una instantánea para reflejar para la virtualidad una escena desaparecida de la mirada de las generaciones modernas. Es muy difícil, que un urbanita pueda contemplar en su cotidianidad a una mujer en la pose en la que sorprendí a Dorita. No, porque las mujeres de nuestro no limpien, sino porque la intransigencia de la moral moderna no entiende de que una pelusa del hogar vecino, se prodigue por los fueros ajenos.
A eso de las nueve de la mañana, con los desperezadores rayos del Sol sobre el Moncayo, y las calles de su Matalebreras(Soria) libres del bullicio de los mejores años de su juventud, esta soriana daba brío a la alfombra de su alcoba para sacudirla a los cuatro vientos, y dejarla al loreo que se decía en mi pueblo, durante el tiempo que cada Doña tenía establecio en sus quehaceres domésticos.
No pude por menos que llamar su atención, deseándole unos Buenos días. Con un simpatía extraña para un recién llegado, me preguntó:
-¿Qué, está dando usted, un paseo..?
- Por aquí ando, estirando un poco las piernas. Pues soy un camionero que estoy de paso. Y es que me he quedado observándola, porque a esta hora, viéndole en su ventana, no he podido por lo menos que evocar a las Señoras de mi pueblo cuando era pequeño en aquellos amaneceres de mi infancia.
-¡ Ay, hijo, si ya vamos quedando pocas en los pueblos..! Mira, aquí ya sólo somos 25 habitantes en invierno. Y la mayoría de las casas están cerradas.
La melancolía se convirtió en protagonista de nuestra conversación. Porque quienes hemos nacido y pacido en los pueblos, y ahora vivimos en la urbe, bien sabemos, que el pueblo es el mejor oasis para rellenar nuestras reservas de cariño y afecto; ya sea por volver a encontrar en nuestras visitas a familiares, vecinos o amigos moradores del lugar por donde dimos nuestros primeros pasos, balbuceamos y esbozamos aquéllas sonrisas inocentes de una personalidad en formación; o por los recuerdos dispuestos a buen recaudo por nuestra memoria, que una vez que regresamos a la urbe, lo hacemos con una media sonrisa aderezada por una pizca de nostalgia.
Quizás algunos camioneros, cuando "huimos" de nuestro presidio cabinero, y nos topamos con ciertas escenas, pueden implicar que nuestro inconsciente nos invite a abandonar por un momento el lugar donde nos encontremos, para reencontrarnos con esos recuerdos que nos promulgan en la actualidad a hacernos ciertas preguntas, como por ejemplo, por qué hemos perdido tantos momentos al lado de aquellas personas que tanto y tan bien nos auparon en nuestra niñez para llegar a conseguir nuestros sueños. Como también, en algún momento, valoremos si realmente merece la pena pasar tanto tiempo lejos de nuestras mujeres para aportar nuestro granito viajero a la "panera" familiar.
En esos paseos, si se tiene la dicha de encontrar a personas como Dorita, que te abran la ventana de su corazón, puedes darte cuenta, que todas las personas tienen motivos para albergar la nostalgia en algún momento de su vida. Será porque el tren de la vida va pasando por el andén de nuestra existencia, sabiendo que una vez que pase el último vagón, ya no podremos esperar la llegada de un nuevo convoy.
Cual tuno, mirando hacia su ventana, y escuchando sus palabras, no pude por menos que maldecir la hora en la que le dije a qué me dedicaba. Pues en cuanto escuchó la palabra camionero, su memoria le convino, a narrar cómo un camionero que no respetó el límite de velocidad para cruzar la travesía de su pueblo, arroyó a su hermana en la misma puerta de su hogar.
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LA NOSTALGIA SE CONVIERTE EN LA COMPAÑÍA DE QUIEN PASEA POR LOS PUEBLOS. |
Aquel fatídico desenlace, ocurrió hace 19 años. Cuando en la planta baja de su domicilio, la familia regentaba un restaurante, en la que se servían pucheros caseros, y la especialidad de la casa era el embutido de jabalí; previamente cazado por el marido de Dorita en los alrededores de Matalebreras. Entorno muy visitado por los apasionados de la caza mayor.
Desde debajo de su ventana, pude observar cómo la sonrisa de Dorita, se entremezclaba con miradas hacia el infinito. Se le notaba que echaba de menos, no sólo a su hermana, sino también aquél negocio que tantas alegrías le granjeó, así como las personas a las que atendió, en su mayoría camioneros y viajeros que hacían su parada y fonda en su camino hacia Aragón, Pamplona o la capital de Castilla y León.
A tan temprana hora, nuestra conversación se veía alterada por las bocinas de los vehículos de los distintos vendedores ambulantes; quienes han sustituido a aquellos gallos de corral, que tanto amenizaron, cuando no incordiaron a los moradores de nuestros pueblos en el despertar a un nuevo día.
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EL PANADERO ABASTECE CALLE POR CALLE A LOS VECINOS DE MATALEBRERAS(SORIA). |
Aquella mañana, era el turno del panadero y de quien en su furgoneta portaba frutas, verduras y distintas materias primas que aprovisionan a los hogares de estos sorianos resistentes a emigrar a la ciudad. Como por ejemplo, una anciana, que no se llamaba Consolación, por muy mucho que la nombrase de esa manera el tendero en un acto de "confianza interesada" para con su clienta. Ha de ser muy difícil recordar todos los nombres de estas personas mayores que acuden a la puerta trasera de su furgoneta ultramarinos en las calles de los pueblos de nuestra España, abandonados a su suerte durante el Invierno, pero muy recurridos en Verano y en épocas de crisis; y que algún día, volverán a ser habitados, a fe lo pienso, porque la "mina urbana" ya no da para tanto dispendio laboral con tanto avance tecnológico. Por lo que quizá, los huertos rurales que hoy permanecen conquistados por malas hierbas, sean de nuevo, arados y sembrados por los hijos o nietos de sus antiguos propietarios, quienes desde allá donde estén, apluadan el retorno de aquellos que un día abandonaron el pueblo de sus orígenes, para regresar a donde saben, que por lo menos, dispondrán de un puchero elaborado con los mejores ingredientes que un ama de casa puede contar, con aquellos recolectados de su propio huerto.
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LAS FRUTAS Y LAS VERDURAS SON SERVIDAS A LA PUERTA DE CASA DE NUESTROS MAYORES. |
No seré el único, que alberga en su memoria, aquel sonido emitido por las norias y los pequeños motores de regadío que se prodigaban al atardecer rural de nuestra infancia. Cual distinto es el ambiente en los prodigados en la actualidad, sea por moda o por necesidad, por los huertos urbanos, en donde las distintas verduras y hortalizas son regadas por distintas mangueras conectadas a la red de abastecimiento urbano.
Hemos prodigado nuevos medios de vida, pero no será tan bueno como lo pintan, cuando la nostalgia aparece a través de una escena contemplada bajo la ventana de cualquier domicilio de la España rural; esa que fue en el pasado tan desplazada o repudiada por generaciones varias, pero a la vez tan recurrida en la actualidad, por toda aquella persona que necesita volver al pasado, para coger el mejor impulso para afrontar un presente y un futuro, cada vez más incierto por falta de medios para afrontar nuestro día a día...
¡VIVA NUESTROS PUEBLOS..!