jueves, 23 de julio de 2015

14) DE LOS MONTALVOS AL CIELO

Antes de que el laicismo se enraizará en nuestra vida, la mayor parte de los españoles profesaban o tenían ligeros conocimientos de los principios de la religión Católica. En aquella época de la vida, en la que la asignatura de la Religión era tan importante, si no más que las Matemáticas, a los niños y mayores se les enseñaba que una vez que San Pedro nos pidiese cuenta  de las buenas razones u obras realizadas en vida para franquearnos el paso al Paraíso; por haber fallecido, si no las pudiésemos justificar, siempre nos quedaba la alternativa de que nuestra alma quedase por un tiempo en el Purgatorio para ganarnos el paso a la vida celestial.
 También se nos advertía, para que si durante nuestro caminar vital tropezábamos con la piedra de una larga enfermedad, el sufrimiento que conllevaba su padecimiento, bien que era el salvoconducto para ni siquiera tener que dar cuenta a Peter; es decir, que con el buenos días, tardes o noches, según fuese la hora de nuestro deceso, san Pedro nos daba vía libre para disfrutar del Cielo a nuestro antojo, sin hacer cola ante su "peaje obligatorio".
 Es raro quien, hoy en día,  no tenga entre sus conocidos o seres queridos, a alguna persona que esté sufriendo una degeneración paulatina de su integridad física, hasta el punto, de no ser, ni parecer la estampa de quien fue. En este tipo de casos, en todas las ciudades existen lugares dedicados al cuidado de estos enfermos, que por el avance de su enfermedad necesitan unos cuidados especiales, por delicados, denominados paliativos
. Dicen que cuando el personal médico, aplica estos cuidados tan especiales, el sacerdote, si el enfermo fuese católico, no anda muy lejos de la cabecera de la cama hospitalaria; por aquello de aplicarle la extrema unción, antes de que la "dama indeseada" entre sin llamar a la puerta de la habitación del convaleciente, para que su alma marche con tranquilidad de conciencia.
 Estos cuidados paliativos, suelen administrarse en lugares especiales, ya sea dentro de los hospitales, como en localizaciones cercanas al Hospital de referencia. En Salamanca, los cuidados paliativos se administran en un edificio localizado a unos cuatro kilómetros del Complejo Hospitalario. El entorno de este edificio, es un paraje conformado por encinares, que ofrecen una bella estampa a los enfermos y sus familiares acompañantes. Al ser un paisaje tan digno de ser admirado y contemplado, por situarse en un altozano,  los enfermos, tanto al amanecer, como al atardecer de sus días, desde sus ventanas hospitalarias, pueden contemplar la evolución estacional en el campo, ya sea con los colores verdes de la Primavera; los ocres del Verano, a medida que los pastos bajo las encinas, y los campos cerealistas van claudicando ante las altas temperaturas del estío. De igual manera, sus acompañantes, pueden evocar pensamientos positivos, ante tanta negatividad, al contemplar este típico paisaje charro.
 Por este complejo, han pasado algunos conocidos, ya fuesen amigos o familiares, todos ellos muy queridos. Sus enfermedades diversas, ya fuesen respiratorias, como tumorales constituyeron el "salvoconducto" ante el que las autoridades sanitarias les derivaron de su hospital de referencia a este lugar apartado de apoyo para la espera de la "buena muerte". En Salamanca, cuando un conocido  comenta que a Fulanit@ le han llevado a los Montalvos, su interlocutor, da por hecho, que el enfermo no anda muy lejos de que el ocaso de su vida le alcance, y de qué manera: lejos del mundanal ruido urbano, del agobio habitacional hospitalario, y en donde hasta su acompañante dispone de cama, que no butaca, para descansar o intentar dar alivio postural a su cuerpo, mientras espera el fatal desenlace; ése que más que nos duela, ayuda a descansar al enfermo y a su familia.
 Es curiso, que a escasos quinientos metros de la puerta principal del Complejo, se levante un torre de comunicaciones, la cual, por sus dimensiones, puede observarse desde varios kilómetros de distancia. Al igual, que los marineros ansían hasta la luz de una vela en la costa, cuando se hayan a la deriva, muchas personas dependen de ese repetidor para recibir los pormenores de la evolución hospitalaria de su enfermo. En estos días, cada vez que círculo por Salamanca, mi mirada busca imantada a esa antena, por encontrarse en el hospital aledaño, un compañero de profesión, jubilado, no hace mucho tiempo; con quien el destino ha sido ingrato, por no devolverle en cantidad de años para disfrutar de su jubilación, aquellos que pasó lejos de su familia, amigos y conocidos aferrado al volante de su camión dumper, construyendo autovías, cuando no embalses, sin olvidar, la cantidad de tierra y escombros transportados en su camión para facilitar la vida a los demás. Ese camionero es el padre de mi amigo de toda la vida, mi hermano, a quien por mi profesión, sólo puedo consolar a través de las ondas de comunicación, que esa antena, desde la atalaya de los Montalvos, emita hasta donde él se encuentre.
 Son muchos los enfermos, alojados en este hospital tan peculiar, que piden a sus médicos, que les permitan retornar a sus domicilios. Quizás sabedores de que Los Montalvos, les ofrecerán las mejores vistas para recibir a su particular "Dama oscura"  prefiriendo dar su última expiración de vida, en su entorno más cercano, ese que han conformado su caminar vital, y del que todos nos sentimos orgullosos, y dichosos; porque al fin y al cabo, todos bien sabemos que es lo que nos gustaría ver, por última vez...aquí en la Tierra...antes de partir hacia el Cielo..
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