lunes, 20 de julio de 2015

11)LA PUERTA, QUE TANTO ENERVA

 Cuando alguien como usted, y como quien escribe, cruza la recepción de cualquier hospital, la
congoja le atosiga... ¡ y de que manera..! Cuantas puertas cruzaremos en nuestra vida, pero es la del quirófano la que más nos pone los nervios a flor de piel. Gracias a la Providencia, son más numerosas, las ocasiones en las que estamos a la espera de noticias de terceros, sean familiares o amigos, que las que nos vemos observando en perspectiva horizontal el umbral de la mencionada puerta.
 ¡ Hay que ver las pulsaciones que experimentamos, cual motor revolucionado, al frente de esta puerta..! También ayuda a esa subida de revoluciones  sistólicas y diastólicas, el ambiente que envuelve a estas puertas. Al encontrarse la localización de las zonas quirúrgicas en determinadas áreas, digamos, un poco lúgubres.
Al abrir y cerrar esta puerta, la luminosidad interior del pasillo que conduce a la mesa de operaciones, invoca a esa imagen celestial a la que tanta pleitesía rinden las películas, en la que la luz blanca invita al optimismo, al bienestar .....Pero los nervios que se pasan hasta que vemos abrirse las hojas que más conforman, empujadas por el cirujano, al cual le rodeamos de su áurea particular, sea por la admiración que profesamos a estos profesionales, o por el momento en el que lo vemos aparecer, con la luminosidad del pasillo envolviendo sus pasos para anunciarnos, cual ángel custodio, las buenas o los imprevistos de la operación por la que ha sido intervenido el familiar o amigo.
 En fin, estas líneas escritas, mientras era intervenida quirúrjicamente  una persona muy querida,  y venerada por este aficionado a la escritura; están dedicadas en especial, para los celadores de nuestros hospitales.
  Esas personas, digamos, de la parte baja del escalafón  hospitalario, a quienes no siempre reconocemos su trabajo. Se debe reseñar que sus animosas palabras, tanto a los enfermos, como a sus familiares, nos vienen como anillo al dedo para ayudarnos a cruzar ese umbral quirúrgico, que tanto hace esperar las buenas nuevas, a quien desespera en determinadas situaciones de la vida....y sin olvidar las caricias y juegos con los que llevan, cual dobladores taurinos, a nuestros pequeños para someterlos a la cura de su malestar. Estos hombres y mujeres, se las apañan para engatusar a las mentes más inocentes, para que crucen el umbral quirúrgico con una sonrisa...y no siempre se lo valoramos; quizá sea por nervios, o porque lo consideramos parte de su cometido laboral..

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