En estos tiempos que nos soportan, y en los que la corbata, parece que ya no es un símbolo de señorío, debido a la moda que están imponiendo los nuevos políticos de arcunia universitaria.
Hace
unos días, quien escribe, se engalanó con su traje, y corbata para la ocasión, por figurar entre los invitados a un evento nupcial celebrado en Madrid. Una vez que los respectivos padrinos firmaron el contrato de entrega (a poder ser de por vida) de sus hijos, los invitados fuimos agasajados con una suculenta cena, en un salón sencillamente decorado;
no sin antes, haber disfrutado de un cocktail en el entorno ajardinado, y amenizado por un coro rociero, que bien nos arropó con sus melodías, para que el aposentamiento de los distintas viandas en el cuerpo serrano de cada cual, resultase más entretenido.
Disfrutar de aquel lugar, una antigua alquería, que sin estar localizada en Levante, está perfectamente mimetizada en el entorno urbano de Alcorcón(Madrid); me hizo sentir, cual señorito castellano.
El verse servido por camareras, perfectamente uniformadas, incluso tocadas por la cofia, muy común como completo en la uniformidad del personal de servicio de las antiguas casas señoriales de épocas ya pasadas; sin olvidar a los camareros, ataviados con su mandíl largo, bien que nos encapsularon en el regreso al pasado, no tan lejano, por el tiempo que allí permanecimos a la vera de sus bandejas, que bien colmaron las aspiraciones de los comensales más exigentes.
La Alquería, invitaba, a medida que uno se adentraba por sus senderos empedrados, a dejarse llevar por su vena más romántica, la cual, se dejaba rondar por la decoración de cada una de las estancias de ese lugar, ya fuere por sus espejos, lámparas y distintos elementos decorativos perfectamente localizados en los interiores.
Sin olvidar, el sonido de las fuentes y distintos regatos de agua exteriores que componían el perfecto hilo musical para acompañar cada uno de los pasos conformadores de un paseo aunador de tradiciones y costumbres de una vida ya pasada, en la que lo empleadores y empleados, bien sabían que su apariencia y valía, no dependía de la vestimenta, ni si quiera, de un complemento, como hoy en día, parece ser que es la corbata....
Sino que los señoritos y criados, bien que eran distinguidos y valorados por sus valores personales...fueran o no tocados, por un mandíl, cofia o corbata....porque al final lo que siempre queda para la posteridad, son las acciones de vida, y no los elementos que completan las uniformidades o mejores galas que nos visten....y que algunas personas creen que les dan un estatus, que en realidad no saben demostrar.... pero si aparentar....
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