Cuando le doy brío al teclado intento imaginar, por ser Sábado, qué faena estará desarrollando Mario. Un trabajador del sector ganadero, encargado de alimentar y limpiar los lugares donde están estabuladas las cabezas de porcino, y de vacuno que conforman la cabaña de su patrón.
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MARIO. CERRANDO LA CANCELA DEL ESTABLO PARA SOLTAR LAS TERNERAS. |
Este joven peruano(si no recuerdo mal) emigró de su Perú, para llegar a España en busca de un sueldo que amparara sus proyectos de futuro. En su país, sus hermanos trabajaban con ganado junto a su padre. A Mario no le gustaba esa labor.
Pero al llegar a España, en concreto, a Cataluña, vio que su porvenir, de momento, dependía de trabajar de Lunes a Domingo. Disponibilidad que debe tener todo aquel obrero que llegue ante la cancela de una granja para solicitar trabajo.
Quiso la casualidad de un paseo por un lugar de Cataluña de cuyo nombre no me quiero acordar en este momento, que Mario estuviese manejando su mini-máquina para recoger un rulo de paja con el que aportar parte de la dieta necesaria a la cabaña de vacuno; estabulada en la parcela aledaña a donde se encontraban los fardos de paja.
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MARIO EN EL MOMENTO DE LEVANTAR EL RULO DE PAJA DE SU APOSENTO SOBRE LA PARCELA. |
No pude por menos que pedirle permiso para tomar estas instantáneas que reflejasen para la virtualidad un trabajo muy necesario para el dirimir de nuestros días. Gracias al trabajo de Mario estas cabezas de ganado, tras adquirir el peso ideal para el sacrificio, una vez que entran por la manga de entrada al matadero, sus distintas partes y pieles aportan parte de las proteínas necesarias para nuestra alimentación; así como tras tratamiento de las pieles y su posterior manufactura, estas terneras dejan su impronta existencial en una cartera de mano, bolso de paseo, como cazadora engalanadora de nuestro atuendo.
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LAS IDAS Y VENIDAS DE LA CABINA AL COMEDERO NO DEJAN DE TENER SU PELIGRO DE RESBALAMIENTO |
Pero hasta que llega ese momento, Mario debe dedicar parte de sus días a estar pendiente de que nada falte para estos animales; los cuales, tras que Mario, una vez situada el rulo o bobina de paja en el interior del comedero, pertrechado de un cuchillo, ha de situarse bajo el pesado fardo de paja para proceder a la retirada de la red que contiene la paja. Una operación no libre de sus riesgos, pues debe tener cuidado no sólo al salir y entrar al reducto habitáculo del puesto de manejo o conducción de la máquina al estar húmedas, por los excrementos animales, las suelas de sus botas, sino que al situarse bajo la paja no puede perder de vista al fardo, y estar pendiente de no ser aplastado por una bajada imprevista de los brazos de la mini- máquina.
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MARIO CORTANDO LA RED QUE ENROLLA LA PAJA. MANIOBRA NO EXENTA DE PELIGRO. |
Un trabajo, que ya nada tiene que ver con el prodigado por los antiguos vaqueros de nuestra España. En los que la falta de mecanización les obligaba a tirar de horca o palas de picos para poder manejar, a base de riñones, las ingentes cantidades de paja seca aportada a los comederos individuales, como la necesaria para conformar la cama de estos animales. Que tras una vida breve, se convierten en plato principal de fiestas y reuniones varias.
El rato que pasé junto a Mario, se me hizo breve y rememorador al mismo tiempo. Porque quienes somos de campo, cuando podemos disfrutar de estos momentos al lado de profesionales como este peruano la memoria te lleva de nuevo a los tiempos de tu infancia. Recordando a vaqueros ya desaparecidos que dejaron hasta su última gota de sudor en aquellos establos. Y a quienes debemos, muchas generaciones, nuestros primeros desayunos, meriendas o cenas. Ya que aquella leche, ordeñada de las vacas madres, en un principio a mano, depositada en cubos metálicos; y después, en salas de ordeño mecanizadas que albergaban la leche en grandes depósitos hasta la llegada del camión cisterna, que transportaran la leche hasta las fábricas de envasado.
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CUANDO MARIO VUELVE A CASA PARA COMER LAS TERNERAS DISFRUTAN DE SU PARTICULAR ÁGAPE. |
Recuerdos imposibles de borrar, por ser escenas contempladas y vívidas en familias amigas o por haber tenido vacas mi padre. Conociendo de primera mano el trabajo tan encomiable que desempeña Mario. Un emigrante que no se le han caído sus anillos, ni para echar paja a unas terneras, depositar serrín sobre el suelo de su establo, o retirar los excrementos para su posterior aprovechamiento para abono de las parcelas de cultivo. Y si no fuera poco atender unas terneras, también se ocupa de una cabaña de porcino aledaña a donde estábamos.
Un trabajo el de Mario, que no todos los españoles estaríamos dispuestos a desarrollar, sea por el hedor que desprenden los animales, como la disponibilidad anual, que no mensual.
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LAS TERNERAS, ANTES DE SER SOLTADAS A LA ZONA DE COMEDERO Y ESPARCIMIENTO. |
¡ Qué se lo pregunten a Mario...!
Agradecimiento: A Mario, por la facilidad aportada para con este camionero para tomar las fotos que acompañan a este relato. Deseándole todo lo mejor para su vida en España, y ojalá consigas tus sueños.
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