jueves, 21 de enero de 2016

134)EL TITIRITERO INGLÉS

 No seré la única persona que cuando pasea por el centro neurálgico de cualquier urbe se ha visto embriagado por las notas musicales que un artista callejero interpreta o  utiliza como hilo musical de su espectáculo itinerante.
¡NO HACE FALTA TENER OJOS GRANDES PARA
DISFRUTAR DE UN GRAN ESPECTÁCULO A PIE DE CALLE!
 Estos artistas que interpretan su papel sin subida ni bajada de telón alguno, y con la única escenografía de las infraestructuras  urbanas de la calle o plaza donde actúen, convierten un paseo  urbano en una sucesión de emociones y por un módico precio; el de la voluntad depositada en el canastillo, bote o funda de instrumento que el artista ha colocado al amparo de su "zancadilla" por aquello de interceptar a los ultrajadores de dádivas motivadoras de interpretaciones sucesivas.
 El Sábado pasado, en una mañana fría, el reloj del Ayuntamiento de la Plaza Mayor de Salamanca, recordaba a los turistas y residentes, que eran las doce del mediodía. Muy cerca de allí, en una de las calles más concurridas por la sociedad salmantina y por los visitantes que ansían disfrutar de la contemplación de escaparates e incursiones en tiendas varias, nombrada en el callejero como calle Toro, un titiritero ambulante deleitaba desde la lejanía al transeúnte con una música clásica que hechizaba al oído.
PAUL ENCANDILA CON SUS
MARIONETAS A GRANDES Y PEQUEÑOS
 A medida que me acercaba al lugar de donde provenía la melodía, el porte de un hombre delgado, ataviado con un atuendo que le confería un aspecto interesante me sorprendió sobremanera.  El sombrero impermeable amplio que le ocultaba su rostro,   por estar contemplado el movimiento de las marionetas al que él con su destreza manual aportaba vida y maneras sobre un escenografía plegable y portátil sobre una estructura que recordaba al carrito de la compra de su madre o la mía; así como su indumentaria de colores oscuros hacían que la atención del espectador se concentrara en los colores del pequeño escenario que presentaba a sus diminutos personajes en una escena rural en la que un hombre tocaba un violín, y otro sentado en el suelo acompañaba con su movimientos corporales el ritmo de la melodía clásica enlatada, mientras acariciaba tiernamente a un perro agradecido por tanta dedicación mimosa teatralizada.
 La escena aportaba al espectador itinerante una mezcla de sentimientos agradables, pues la escenografía en si, resultaba evocadora sobre todo para quienes somos oriundos de pueblo, con un carro suelto de caballería, rodeado por gallinas; que recordaban a aquellos momentos en los que de niños, la orden o mandao de nuestros abuelos o padres nos convertían en pastores avícolas por un rato al soltar a las gallinas de su reducto corralicio para dejarlas libres por la era o calle aledaña a la casa donde crecimos en un ambiente difícilmente imitable en estos tiempos modernos en los que eso de dejar libres a los bichos domésticos no tiene razón de ser, porque ya pocas calles quedan disponibles para que las gallinas escarben en pos de ese  alimento microscópico bajo la tierra, que daba tan buen color a la yema del fruto de su vientre; por ser el huevo el mejor aderezo de unas papas fritas, la delicia gastronómica por el que saliva el español de pro.
NO SÓLO LA ESCENA  Y LAS MARIONETAS
ENSALZAN A LA TERNURA, LA MIRADA Y
EL SABER HACER DE PAUL TAMBIÉN AYUDAN.
  Estoy seguro que el artista callejero artífice de esta escena titiritera, en algún momento de su actuación al contemplar a sus estáticas gallinas, y siendo hora aproximada del almuerzo,  pensaría en indagar en el centro del huevo con un trozo de pan de pueblo.
 Paul o  Pablo, como él mismo recalca para hacer entender su nombre pronunciado en un español aderezado con con su inglés de cuna, es un hombre de cincuenta y tantos años que viaja por distintas ciudades de nuestra Península con su espectáculo de marionetas rurales que recrean un ambiente clásico allá por donde despliegue su arte. Divorciado y padre de tres hijos, que andan repartidos por el mundo, entre Australia, Francia e Inglaterra por designios laborales, disfruta de su  profesión callejera que le reporta lo necesario para mirar a su vida con optimismo.
  Ataviado con unos guantes para protegerse del frío charro, no deja que su pupilo de trapo  descaiga  en su toque de violín, que tanto agrada al paseante o transeúnte de esta calle en la que a escasos metros de él  se levanta el Teatro Liceo; lugar muy venerado por la sociedad salmantina devota de la farándula.
 Contemplar como Paul mueve los hilos al ritmo que marca la música seleccionada con un interruptor que tiene  al alcance de sus manos, al mismo tiempo que mueve las marionetas es un regalo para los sentidos.
 No siempre lo puede encontrar usted en la misma calle del centro turístico de Salamanca mostrando su arte; pues él, "perro más viejo" en las lides del arte callejero, que el peluche blanco que custodia el canastillo de las limosnas agradecidas de apasionados a interpretaciones varias,  bien conoce que por la mañana la calle Toro es el centro neurálgico de las compras mañaneras de señoras y señoritas.
A VECES LOS QUEHACERES DIARIOS
NOS EVITAN PARAR ANTE UN ARTISTA
CALLEJERO, QUE NOS HARÁ CONTEMPLAR
DE OTRA MANERA LA VIDA.
  Así como en horario vespertino es fácil encontrarlo en la "Rúa" calle que  se convierte en vomitorio  del Ágora salmantino, y por el que los ciudadanos marchan en procesión hacia la Plaza de Anaya para disfrutar de la esplendorosidad gótica  de la Catedral de Salamanca.
 Tanto en una calle como en la otra, las melodías que Paul utiliza para su espectáculo se encuentran catalogadas en la retentiva del respetable charro que bien que le identifica a la legua del lugar donde él se encuentre "acampado".
 Si no tiene prisa, y chapurrea alguna pizquita el idioma de Shaskepeare,  puede mantener una conversación muy enriquecedora con este Inglés errante, de mirada cándida, vestida por unas gafas sencillas, que le aportan un aire de bondad al rostro de este titiritero que viaja por la vida con un carrito que aporta serenidad y bienestar al paseo del desconocido; quien, en ocasiones,  pasa mirando de soslayo  un espectáculo callejero que recuerda a viejas escenas de una vida, que discurre demasiado deprisa sin que  podamos hacer nada por evitarlo...
¡ Gracias Paul, por ser evocador de la nostalgia a través de tus marionetas..!

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