martes, 11 de noviembre de 2014

1. "Devanar la madeja"


Hace unos días , en pleno siglo XXI, año 2014, pude rememorar una bella estampa contemplada por tradicional  en las casas de nuestras abuelas y madres a finales del s.XX .
Durante la década de los años 80, en alguna ocasión, mi madre o abuela echaron mano de su hijo y nieto para devanar la madeja; eso sí, siempre en el mismo papel (de los dos actores que se necesitan para tan bello arte, este niño siempre era el que soportaba entre sus dos antebrazos, abiertos y equidistantes,  los hilos de la lana en forma de madeja). 
El ovillo se conforma gracias a la perfecta sincronización (ni que de un baile se tratase) entre quien elabora el ovillo y quien mueve sus antebrazos , sin perder la tensión de la madeja para permitir que la lana se desplace  hasta el ovillo en perfecta formación y tensión.
Una vez que el ovillo haya sido conformado, la tejedora elaboraba su pieza de lana o hilo (normalmente eran jerseys, bufandas o chaquetillas de punto, sin olvidar los tapetes de ganchillo, que bien lucieron bajo el cristal de la mesa camilla)  para sus hijos , nietos o con vistas para obsequiar a alguien conocido.
Estas piezas manufacturadas gozaban de mucho valor, pues eran exclusivas, de multitud de colores y diseños para ser portadas a orgullo por quien resultaba ser el agraciado con el presente.
La técnica de " devanar la madeja" la han realizado durante muchos años  todas aquellas mujeres que gustaban de elaborar con sus agujas de tejer (sean de punto o ganchillo) estas prendas y ahorrarse unos cuartos, para no comprar los ovillos de lana o de hilo ya elaborados, por ser muchos más caros.
Una vez la madeja se convertía en ovillo, éste era introducido en una bolsa, la cuál era atada o soportada (si  era de plástico) al respaldo de la silla en la que la mujeres  sentadas al fresco de una sombra elegida, pasaban con sus vecinas las tardes del calor veraniego, mientras a golpe de codo extraían el tramo de lana o hilo del ovillo para seguir tejiendo.
Mientras tanto,  sus maridos e hijos volvían de sus quehaceres cotidianos, sean en  los campos, en  la obras, fábricas o después de sus juegos, si éstos fueran niños, como era mi  caso.
Ellas, en alegres tertulias, iban tejiendo la prenda siguiendo sus  propios patrones o de revistas previamente ojeadas; a la vez que repasaban su "revista municipal del corazón" de todo el Pueblo;  o cotilleaban de quien por delante de su "tendido de sombra " en la calle o Plaza  paseaba:
   -- " mira ese que pasa , que buen mozo se está haciendo...!
   --  que pintas nos trae el hij@ sino niet@ del señor "citano" o de la "señá" fulanita desde que se ha ido a la Capital o se ha juntado con malas influencias...!
    --o apelaciones críticas y defensoras de lo que veían en las Novelas de la única Cadena de Televisión que existía (madre mía si volvieran hoy al fresco las mujeres de antaño,  tras ver  el "Sálvame " de Tele 5,  y el  "Corazón, corazón" de La 1; no tendrían tarde para terminar con sus cotilleos y a saber si lograrían tejer algún punto de sus labores, fuesen de lana o de hilo.
Muchas mujeres, también atendían a sus labores tejeriles o textiles en una camilla con faldillas o en su "escaño"  (lo que  ahora es un sofá de tres plazas, pero de madera con cojines en aquella época) durante los meses del Invierno; al abrigo de su hogar calentado por un buen brasero de picón o cocina bilbaína (de leña o de carbón), encendida por sus maridos al poner su pie, tras bajarse de la cama; porque antes no se decía, " me levanto", sino  me bajo de la cama ! ...
Al calor hogareño, había que sumarle las bellas estampas familiares que conllevaban el antiquísimo acto de  "devanar la madeja", a partir del cual, multitud de fotos familiares y recuerdos en tu corazón, y que espero hayan brotado de tu memoria mientras lees estas líneas.
Nunca lo sabré, porque estoy acostumbrado a no recibir muchos comentario tras mis relatos, debido a que han  sido escritos por un camionero en su cabina y no por un reputado escritor acostumbrado a vender sus líneas porque su fama y éxito le precedan; cosa que yo no persigo, porque ya lo dice Stephen King, "él nunca escribió por dinero, sino porque lo necesitaba para sentirse bien";  y esto lo digo yo, que no por no vender libros, no voy a dejar mi testamento escrito: "también porque ciertas líneas escritas con honestidad y buen corazón, puedan hacer, que lo que uno siente y revive al escribirlas, lo experimente alguien que las lea y a buen seguro que sin quererlo en Noviembre del 2014 has tenido sino en tu móvil, sí en tu mente y corazón: a tu madre, a tu abuela o a sus amigas y vecinas de corrillo, tejiendo alguna prenda (a lo mejor revives sus sonrisas y miradas, o el dicho: ven que te lo pruebe), que después luciste a orgullo durante un tiempo; quizá el  que te permitieron tus amigos o colegas  de colegio, al recordarte que esa prenda ya estaba pasada de moda, pero que tú te negabas a repudiar por quien la tejió.
  Es probable, que alguien que ya no esté hoy contigo y te contemple desde donde esté, te este dando las gracias por volver a acordarte de ella, aunque ya no la veas tejiendo en vida, pero sí para la eternidad mientras dure tu recuerdo.....
Nota: este relato está dedicado a  todas aquellas mujeres que me usaron como "soporte" de la madeja y a las vecinas de mi madre y abuela, que no les importó que este "niño" se sentara a su vera mientras descansaba de sus juegos, en su sombra, escuchando sus chascarrillos en aquellos años; gracias a lo cual he podido escribir este relato usando para ello mis recuerdos que han  emergido  al ver "devanar la madeja" .....

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